jueves, 15 de abril de 2010

Sancho, gobernador de Barataria (2.45)


Al fin Sancho llega a su deseada ínsula y su ascenso lo refleja el narrador de forma irónica tanto en el título del capítulo al llamarlo el gran Sancho Panza como en el párrafo introductorio, un modelo perfectamente barroco de parodia de la épica clásica y la narrativa de caballerías: de ahí la forma en la que pide la protección del dios Apolo para poder cantar con certero pulso las andanzas del nuevo gobernador.

Todo en este capítulo tiene múltiples facetas que explota sabiamente Cervantes. Por mucho que algunos comentaristas tengan muy claro su significado, soy partidario de que se nos propone, de nuevo, un argumento con aristas incluso contradictorias que hemos de interpretar dejándonos llevar por pequeños detalles.

No todos en Barataria están al tanto de la broma que supone el nuevo gobierno, pero tanto los que son instrumento burlón de los Duques como los que no, toman parte en la mascarada, lo quieran o no, como le ocurre al mismo Sancho. Porque el paréntesis de la ínsula tiene aire de mascarada carnavalesca en la que Sancho, no lo olvidemos, es el pelele en el sentido más exacto de este término.

Sin dejarle tiempo para respirar, a Sancho se le sienta para que juzgue tres casos porque así, se le dice, sus gobernados tendrán una idea cabal de cómo será su actuación futura. Los tres casos -el del sastre y las caperuzas, la vara con los escudos de oro y la mujer forzada- los toma Cervantes de textos anteriores con fuerte raíz folclórica, según se supone, aunque hay quien ha negado la tradicionalidad de estos cuentos proponiendo un origen literario anterior al Quijote y una difusión posterior debida al mismo éxito de la novela. Pero tanto sea el origen literario como tradicional los tres se construyen según parámetros folclóricos y, por lo tanto, es verosímil la actuación de Sancho, quien sentencia según una sabiduría que puede tener sin estudios ni más experiencia que la memoria de casos similares aprendidos de forma oral. Cervantes lo deja actuar, por lo tanto, con el sentido común del hombre de pueblo tal y como lo ha construido la tradición folclórica y subraya el asombro de que sentido común sorprenda a los habitantes de la ínsula. Esto es lo que ha llevado a muchos a proponer la lectura del capítulo como una utopía de gobierno natural de lejana raíz erasmista: no se necesitaría más que el buen fondo de la naturaleza humana para dictar sentencias justas. De ahí nacería también la crítica que hace Sancho a la costumbre de usar el don cuando no corresponde, en lo que se suma a muchos textos de sátira costumbrista de la época, pero en ella también observamos otro aspecto del carácter de Sancho: una defensa de la jerarquía social de la sociedad de la España de los Austrias. Sancho no es un rebelde, aunque tampoco sea ciego ante las injusticias.

Esperemos a los próximos jueves para enjuiciar de forma completa la actuación de Sancho como gobernador, aunque por ahora el narrador saltará al palacio de los Duques, lo veremos con el comentario del capítulo XLVI.

32 comentarios:

pancho dijo...

DON QUIJOTE DE LA MANCHA. CAPÍTULO 2.45
Después de teorizar sobre la locura – cordura de DQ, la conveniencia de los relatos intercalados de la primera parte para la novela y rogar que se le valore en esta segunda parte más por lo que ha dejado de escribir que por lo escrito, de nuevo es el narrador el que abre el capítulo – y lo cierra - para pedir la luz necesaria que le permita trasladar al papel todo lo que le ocurra a S en el gobierno, tras una serie de expresiones laudatorias al astro rey. Este comienzo nos anticipa que el relato estará dedicado en exclusiva a la sabia actuación de S que confirma su crecimiento intelectual, algo que ya veníamos comprobando desde el comienzo de la segunda parte. S, el tonto del pueblo trabajador, deja de serlo para mostrarse con una agilidad mental y capacidad de respuesta paralela a su capacidad de asimilación, que nada tiene que ver ya con el escudero que saliera de su aldea acompañando a DQ. Que se siente – por ahora - a sus anchas en su cargo de gobernador, se puede deducir de la sabiduría salomónica desplegada en la resolución de los tres casos que se le proponen y que pasamos a relatar.
Recibido con todos los honores terrenales, le admiten como su “perpetuo gobernador” una vez que rinden honores a Dios en la catedral del lugar, que debía ser mayor porque sólo a la grandeza se le permite catedral. En loor de multitud fue guiado al juzgado donde el mayordomo le explica que tiene que responder a una pregunta exigente a la que debe aplicar todo su ingenio, de la respuesta depende el grado de aceptación de su llegada por parte de sus súbditos. No de una, sino de tres preguntas con intríngulis salió airoso nuestro escudero como veremos.
Como listo y curioso que es, le llaman la atención a S unas letras recién escritas en la pared frente a la silla donde le sientan. Le informan de que es la fecha de su toma de posesión como Don Sancho Panza. Lo de Don no lo admite S, nada ha hecho aún para merecerlo. Él es S a secas, ya se encargará él de arrancarlo del nombre, visto que el añadido no parece que guste a la gente en demasía: el tratamiento de Don hay que ganarlo, algo que concuerda con los consejos de su amo antes de la partida.

En el primer conflicto a resolver, se presenta ante él un sastre que cuenta que un labrador le entrega una cierta cantidad de paño para hacer caperuzas. Le pide que le haga una, pero sospechando que el sastre pretende quedarse con parte del paño como solían, quiere saber si hay suficiente material para hacer más. El sastre asiente, afirma que hasta cinco se pueden confeccionar. Ajustados a los cinco dedos de una mano, trae y enseña las caperuzas. El conflicto surge por el lógico rechazo del cliente a aceptar tal pequeñez, que se niega a pagar la hechura y pide el paño de vuelta. S sentencia que ambos litigantes pierdan; uno, el material y el otro, la mano de obra, provocando la risa del público que llena a rebosar la sala.

pancho dijo...

En la siguiente prueba del talento de S, un anciano presta a otro diez ducados de oro. El prestamista tardó en pedírselos, pero tanto pasó sin dar señales de vida que cuando se los requirió le dijo que a él nadie le había prestado dinero. El prestador le ruega a S que le tome juramento. Si jura, él dará por perdidos los ducados. S así lo hace, al tiempo que el deudor le cede la caña que portaba al acreedor con los ducados dentro. Al terminar, se la pide de vuelta pues asegura que le es necesaria para apoyar su caminar. Al acreedor no le quedó más remedio que admitir la devolución aunque no recordara cómo ni cuándo. Cuando ya el anciano deudor se había puesto en camino con la caña bien agarrada, S ordenó que lo trajeran a su presencia de nuevo. S le tomó la caña, le dijo que se fuera, la rompió y cayeron por el suelo los diez ducados. Tildado de Salomón por su sabiduría; uno de los ancianos, avergonzado; el otro, pagado y el escribiente, dudoso de la consideración que S se merece por su actuación.
Preguntado S cómo había deducido el contenido del interior de la caña, confesó haber escuchado de un caso semejante a un cura y lo demás es cosa de su caletre que nada tiene que envidiar al mejor de la ínsula.
Seguidamente entran en el salón de juicios un rico ganadero que introduce a la fuerza a una joven que clama justicia al haber sufrido presunto acoso por parte del hombre que la trae amarrada y le acusa de haberle robado lo que durante tanto tiempo ha estado guardando. El ganadero, con la bolsa que acababa de llenar producto de la venta de cuatro cerdos, le responde que “yogaron” de mutuo acuerdo, tras pagarle lo convenido. Lo acordado no le debió parecer suficiente a la dama, de otra forma no se encontrarían en un juzgado esperando que alguien juicioso solucione el conflicto.
S ordena que los veinte ducados producto de la venta les sean entregados a la joven. Ella emprendió rápida retirada. S insta al desvalijado apenado que recupere de la joven lo que es suyo. Regresan ambos ante el juez, aún más asidos que la vez primera, pero incapaz el hombre de arrebatarle la bolsa de sus sudores: “Antes me dejara yo quitar la vida que me quiten la bolsa. ¡Bonita es la niña!”.
S resuelve que “la esforzada y no forzada” devuelva la bolsa a su primitivo poseedor diciéndole: “si el mismo aliento y valor que habéis mostrado para defender esta bolsa le mostrárades, y aun la mitad menos, para defender vuestro cuerpo, las fuerzas de Hércules no os hicieran fuerza.” Al hombre le aconseja que en adelante evite yogar con nadie si no quiere perder la bolsa. La gente presente, admirada; el cronista, tomando buena nota para luego dar cuenta del ingenio de S al duque, que ansioso espera el resultado del test de inteligencia del gobernador postizo. Nosotros volvemos al castillo donde dejamos al hidalgo en soledad, lamentando la ausencia de S, su pobreza y en conflicto con sus habilidades sociales para hacer frente al descaro de Altisidora.

Abejita de la Vega dijo...

Comienza el capítulo con un ¡oh! ¿Qué le pasa ahora a la “voz textual anónima”? ¡Cielos, se ha vuelto pagano! Invoca, solemnemente al sol, como astro y como dios Apolo. Como gran astro, ilumina cada día todo el globo terrestre con su antorcha, siempre sale, nunca se pone, es fuente de vida…y es tan humilde que desciende a menear dulcemente las cantimploras. Como dios Apolo es invocado con sus epítetos, pero con sorna: Timbrio aquí, Febo allá, tirador aquí, médico acullá… innumerables oficios los suyos, qué espabilado.

¿Y en qué va a desembocar el geográfico y mitológico rodeo? En las dudas del narrador, que no ve nada claro lo del gobierno de Sancho, y pide luz para su ingenio.

Tras este párrafo de tono paródico, nos encontramos de nuevo con Sancho y su acompañamiento. Llegan a la ínsula Barataria y…ahí está el mayordomo, el que fue Merlín y luego pasó a ser condesa Trifaldi. ¿Cómo he podido pensar que no se iba a inmiscuir en mi comentario?

Abejita de la Vega dijo...

La mente humana retiene unas vivencias y borra otras. Los tres casos juzgados por el gobernador Sancho, en este capítulo, permanecen bien grabados, en mi memoria. Es un recuerdo infantil, muy anterior a mi primera lectura del Quijote. Aquel sastre con sus diminutas caperuzas, el moroso con su caña hueca y la muchacha que no supo defender su cuerpo, siendo capaz de defender su dinero. Todos eran niñas de un colegio, disfrazadas con cuatro trapos; que actuaban, en una sencilla representación escolar, con el texto tijereteado y el vocabulario cambiado, obviando los detalles escabrosos, no aptos para menores. En consecuencia, no entendí lo que verdaderamente le había pasado a la chica de las monedas y cualquiera preguntaba… Eso sí, el irritado cliente del sastre movía los cinco dedos, con cinco caperucitas, como dedales, en cada uno. El moroso entregaba, cucamente, la caña .La muchacha corría, abrazada amorosamente a su bolsa. ¡Con qué claridad los veo!

Pero no lo voy a poder contar. Voy a tener que dejar hablar al mayordomo o no dejará en paz mi ordenador, es peor que un virus. Hable vuestra merced, le escucho atentamente.

Saludo a vuestra merced,mujer amanuense. Le contaré como fue el gobierno del tal Sancho. Le acompañamos hasta uno de los mejores lugares del señorío de mi señor, valga la redundancia: unos mil vecinos. Le decimos que se llama ínsula Barataria, puesto que bien barato le ha salido el cargo. El regimiento del pueblo sale a recibirlo a las puertas, puesto que se trata de una villa cercada. Tocan las campanas, los vecinos muestran su alegría y lo llevan hasta la iglesia mayor a dar gracias a Dios. Le entregan las llaves, de acuerdo con el ceremonial que conmigo han ensayado. Lo que me costó que lo dijeran todo seguido y sin reírse.

El “perpetuo gobernador” es gordito, pequeño, barbudo y viste con un ridículo atuendo leonado. Su figura llama la atención de los que no saben nada de la farsa e , incluso, de los que los que conocen el “busilis”.

Lo sacamos de la iglesia y no paramos hasta que posara sus valientes posaderas, en la silla del juzgado.

Le hago saber que, según una vieja costumbre insular, el que toma posesión de Barataria, ha de responder a una pregunta dificultosa, para que el pueblo compruebe el mucho o poco ingenio del nuevo gobernador.

Sancho mira y remira unas grandes letras que hemos puesto en la pared. Como no sabe leer, pregunta qué son esas “pinturas”. Le contesto que el epitafio dice, tras la fecha, que el señor don Sancho Panza tomó posesión de esta ínsula. Sancho pregunta por ese tal “don Sancho Panza” y le contesto que no es otro sino el sentado en la silla. Me replica que él no tiene don, ni en su familia lo ha habido. Es Sancho Panza “a secas”, sin “dones ni donas”. Y si hay muchos dones, ya se encargará él de eliminar el sobrante, que tantos dones molestan cual mosquitos. Cuando se enteren algunos que no se apean del don ni del doña…aunque ya se sabe que don sin din…

Me pide que le haga la pregunta que ha de responder pero, en ese momento, entran dos hombres, uno de labrador y otro de sastre, con sus tijeras. Ambos saben bien lo que han de decir y hacer, que esta farsa es cosa mía. Mi trabajo me costó convertir a los lacayos y a las fregonas en comediantes. Me vino a la memoria un viejo cuento, uno de los que contaba mi abuela, junto al fuego, durante las largas tardes invernales.
(Continúa)

Myriam dijo...

Esperaremos, pero a mi me gustó mucho la actuación de Sancho con su sabiduría popular, se las arregló muy bien. Hasta le noté ciertos rasgos que me recordaron al rey Salomón.

Besos

elena clásica dijo...

La mascarada de la vida, en la que los poderosos soberbios quieren reírse de la necedad de los analfabetos se sube al escenario en este gobierno, donde los problemas seguramente no habrían sido nunca resueltos con tanto acierto por un jurista, mientras que el sentido común del hombre simple deja boquiabiertos a los habitantes de la ínsula, ¿y a los lectores? Seguramente sí, también formamos parte de la mascarada, ¿Cervantes nos hizo alzarnos al plano de los soberbios en su soberbia mascarada?
Besazos.

Merche Pallarés dijo...

Sancho, en su simplicidad, efectivamente dicta sentencias muy justas, aunque los casos eran bastante enrevesados, en mi blog los he resumido lo mejor que he podido... Besotes quijotescos, M.

Kety dijo...

"no se necesitaría más que el buen fondo de la naturaleza humana para dictar sentencias justas".

Me quedo con esta frase tuya que dice mucho referente al capítulo.
Un abrazo

Asun dijo...

A mí me ha encantado la forma de administrar justicia de Sancho, con una lógica aplastante y dejando a toodos con la boca abierta.
Veremos como sigue su andadura como gobernador.

Besos

marga dijo...

COMENZAMOS: Apología del sol, entre todos los piropos que le enchufan me encanta "meneo dulce de cantimploras"

DONDE ESTAMOS?? Pueblo de hasta mil vecinos, amurallado. Dicen que se trata de Alcalá de Ebro (Zaragoza), os mando un enlace con una figura de Sancho en dicho lugar
http://www.gronze.com/fotos/catala-meridional/alcala-de-ebro.jpg

DON SIN DIN...Sancho no desea el Don ni siquiera con Din.

SENTANDO JURISPRUDENCIA:
- Primer caso: Solución Salomónica
- Segundo caso: La carga de la prueba o pillado "in fraganti", joé si que da lucidez el gobierno, ya podía ser así también ahora y aqui.
- Tercer caso: Dicen en la peli "el secreto de tus ojos" podemos cambiar de todo, menos de pasiones, cuando bajamos la guardia a todos se nos ve el plumero, cuestión de esperar.

Señor De la Vega dijo...

Mi Señor Ojeda, del capítulo 2.42 Y 2.43 (Consejos de Don Quijote a Sancho para un buen gobierno) yo me admiré del donaire de Don Miguel en el encaje magistral de su visión y crítica social, porque ofrecía en boca de su caballero, el ideario Cerbantino de gobierno, y en su delicadeza en la manera de hacerlo, sin que resultase sobrado ni pedante ni en boca de engreídos personajes; y como supo utilizar ese mismo momento tan oportuno para equilibrar el rol de ambos y crecer la calidad del dúo, sin descompensar ni el liderazgo de Don Quijote ni la importancia de Sancho, al contrario aún más creciéndoles.

Pero llegado a esto capítulo 2.45, parece que estoy leyendo otra obra, no mayor sino menor, donde el escritor (Cervantes) me toma (a mí, lector De la Vega) por tonto, y así me siento.

Leyendo un capítulo, exento de los personajes que conozco, en este caso de Sancho Panza, haciéndole pasar al pasar de página por un zueco hueco, para (con calzador) contar las historietas populares o no, que tenía en mente el Señor Don Miguel, pero en lugar de lograr algo inteligente para la historia, oportuno al personaje, e imperecedero, como lo logrado con Don Quijote al ofrecer consejos, los cuales (aunque fuesen sabidos) serán siempre suyos.
En este caso el resultado es tan pésimo, tan mediocre, que no sé que pretendía, escribiendo lo que escribió, porque hasta yo mismo lo habría hecho mejor. (Qué quede esa última afirmación como un insulto).
Veamos:
El no querer aceptar el Don, no resulta oportuno, ni como ocurrencia ni simpleza, sino sobreactuados esos párrafos de humildad a destiempo (porque acaba de entrar como gobernador sin ningún mérito).
Sobre los juicios presentados, sobran todos, y la agilidad lógica de Sancho ejecutada como la del Dr. House por ejemplo, nos habla de otro personaje, que no el que conocemos. Sancho, nuestro Sancho Panza tiene sus golpes únicos, casi siempre a contra corriente de su amo, pero no es un sabueso detective, ni un superdotado, ni el rey Salomón, puesto que la listeza de su simpleza es otra y se nota a la legua y nos sorprende y también a Don Quijote.
¿Qué pensaría el caballero andante de este pegote?

Pero Cervantes fuerza la introducción de unas mini-historietas, sin adaptarlas o transformarlas a la personalidad de Sancho (talento le sobraba a Cervantes para hacerlo), pero tan solo cambia el nombre del protagonista y el entorno donde se cuentan. Y claro está, el libro que estoy leyendo es otro, en este capítulo, según mi opinión un libro malo.
Yo me pregunto, ¿por qué ahorró esfuerzo? ¿escribió este capítulo introductorio al gobierno de la ínsula en una noche pésima? ¿se daría cuenta? ¿habría copy and paste en su época y lo metió al tajo por las prisas de terminarlo? ¿se lo escribiría un negro literario?
En fin, deseo que en el próximo capítulo me trate mejor Don Miguel de Cervantes.
Suyo, Z+-----

Paco Cuesta dijo...

La actuación de Sancho me parece un modo de redimir y poner en valor a un personaje al que el Autor ha hecho crecer con el tiempo.
Reconocimiento a la sencillez y sátira a la prepotencia de los duques.

Anónimo dijo...

Buenas tardes, profesor Ojeda:

Me quedo con su frase, que vuelve a escribir Kety, y con las opiniones de Myr, Merche Pallarés y Asun.
¡Qué interesantes todos los comentarios!, y después del siempre tan lleno de reflexión del de Paco Cuesta, sólo decir que a mi este capítulo me ha encantado, y sigo viendo lo mismo que nuestro provocador Señor De la Vega dice en el primer párrafo de su comentario.
Ah, y añadir que Don Sancho, consigue en su sola persona reunir todos los elementos que hoy son necesarios para resolver un asunto judicial, investigación acertada incluida. Y siendo analfabeto, ya nos dió su explicación de la importancia de la firma en el capítulo 2.43. ¡Qué sueño maravilloso encontrarnos un juez y un juicio así en nuestros días!.

Saludos. Gelu

Anónimo dijo...

Buenas tardes, profesor Ojeda:

He puesto el Don a Sancho, a su pesar, pues se lo merece, tras su actuación.
Recuerdo una situación "cómica", en el mostrador de un Juzgado, en el que una ciudadana personada después de los múltiples errores que por parte de los funcionarios se habían dado en unos avisos, la secretaria juez le decía que debía tratarle de: "Señoría".

Saludos. Gelu

lichazul dijo...

sancho siempre me gustó y me produjo simpatía, sobre todo porque para todo tenía un dicho...sabiduría popular siempre tiene sabiduría celestial:=)

besitos profe
felíz fin de semana

Manuel de la Rosa -tuccitano- dijo...

Desde luego...como dices...de salto en salto...de oca a oca...una de Sancho otra de Don Alonso...Estoy con Paco: Cervantes con esta serie de capítulos sigue dando palos a las altas alcurnias de la época enfrentando a la burla-clase ociosa con la sabiduría del pueblo...saludos

Merche Pallarés dijo...

Interesante la aportación de nuestro querido SEÑOR DE LA VEGA, ahora bien, me parece bastante injusto. No creo que Cervan al añadir este capítulo (muy pesado, lo reconozco) no es porque nos estuviera tomando a los lectores por tontos, si no más bien porque, quedándole poco tiempo para acabar su obra maestra, tenía que dejar claro que Sancho, a pesar de su rusticidad, era SABIO.
Veremos lo que pasa a continuación, aunque admito, espero que no aparezcan mas casos de estos "folclóricos" como dice nuestro profe. A sus pies, M.

matrioska_verde dijo...

pues mañana me tocará su lectura,
bicos.

pancho dijo...

He estado mirando en dos libros sobre El Quijote que tengo a mano: de Unamuno y de Don Gonzalo Torrente y ninguno de los dos dedica una sola línea al capítulo 45. Creo que el problema del capítulo es que llega detrás del 44, que le sale redondo a Don Miguel. Sin embargo, es de los más populares de la novela: todo el mundo sabe que DQ luchó contra los molinos y S fue gobernador de la Ínsula Barataria. También de los que más han gustado a los ilustradores de todos los tiempos.

Abejita de la Vega dijo...

Habla el fingido sastre y cuenta que el labrador, allí presente, le muestra un pedazo de paño, preguntándole si hay para una caperuza, a lo que responde afirmativamente.

Como, los de este oficio, arrastran cierta fama de apañadores de paño; el cortador imagina lo que el campesino imagina: que le quiere hurtar una parte. E imagina bien porque, a continuación, pregunta si hay para dos. Le dice que sí y va añadiendo síes hasta llegar a cinco. Corta y cose las cinco y el sastre las tiene listas, cuando el labriego pasa a recogerlas. Y se las entrega; pero, se niega a pagarle la hechura, exigiéndole que le pague o devuelva el paño.

Sancho, muy en su papel de juez, pregunta, al cliente del sastre, si todo es así. Y así es, mas el sastre ha de mostrar su trabajo.

De debajo de su capa, asoma una mano, con cinco caperucitas, cada una cabe en un dedo. Y se las han de pagar, cómo no, que del paño nada ha quedado. Cómo nos reímos todos...

Al gobernador le parece un pleito sencillo y breve, basta el “juicio de buen varón”. Así sentencia: el sastre se queda sin hechuras y el labrador sin paño. Las caperuzas, para los presos de la cárcel; aunque no sé qué harán con ellas, por mucha imaginación que yo le ponga.
(Continúa)

FERNANDO SANCHEZ POSTIGO dijo...

Sancho Panza llega a su meta y al final se aburre ...

FERNANDO SANCHEZ POSTIGO dijo...

Sancho Panza llega a su meta y al final se aburre ...

FERNANDO SANCHEZ POSTIGO dijo...

Sancho Panza llega a su meta y al final se aburre ...

Señor De la Vega dijo...

¿Provocador yo? mi Señora Gelu,

Sincero sí, pues a nada ni a nadie debo pleitesía por su fama, su escudo, su bolsa o su liguero.

Inmenso y mucho lo que me gusta de Cervantes, pero si leyese algo a disgusto igualmente lo revelo.

Y como hablo de lecturas, que cada cual tenga la suya, que sin más es lo justo, mucho gusto Doña Gelu.

Besos, Z+-----

Antonio Aguilera dijo...

Pedro, siento no poder participar esta semana.
Si la semana pasada fueron unos pollos los que me reclamaban su nutrimento, esta semana es toda una legión de asuntos los que me lo han impedido.
Leeré los comentarios tuyo y del resto de quijofrenológicos y el capítulo para no perder el rumbo, no vaya que la semana que viene me encuentre a la deriva leyendo a Dan Brwon y camarilla. Dios no lo quiera.

´Montaré excusas 3ª PARTE,y algún texto cervantino por mi revulsivo.

Besos y abrazos a la peña

Anónimo dijo...

Buenas tardes:

Con permiso del profesor Ojeda:
Para @Señor De la Vega: Sabe que le admiro –precisamente- por lo que cita a modo de confesión escrita.
Con el permiso del profesor Ojeda, le envío una canción de Horacio Guarany, que me encanta, por Chaqueño Palavecino, que por cierto -si se fija- recuerda un poco su forma de vestir.

http://www.youtube.com/watch?v=5Hb87VLeG2A

La dedico también a D. Fernando Portillo, esperando que vuelva pronto con sus ingeniosos comentarios; a Myr, porque sé que gustará escuchar música de su Tierra, y a todos los lectores de Don Quijote en el blog de La acequia, ¿llamados ahora quijofrenológicos?.

Saludos. Gelu

P.D.: 1 -He visto que Antonio Aguilera ha cambiado la fotografía de su perfil.
2-Copio y pego el comentario en el Blog del Señor De la Vega.

Abejita de la Vega dijo...

A continuación, se presentan dos criados, de los más ancianos del palacio. Van a hacer un papel, de eso precisamente…de viejos. Han ensayado bien lo que han de hacer y decir, mas les hago señas para que no me miren tanto.Soy el director, pero no ha de notarse.

Uno de ellos lleva una cañaheja por báculo, el elemento clave del fingimiento. El “sin báculo” expone su caso : prestó diez escudos de oro al otro, el cual se niega ahora a devolvérselos , diciendo que nunca tal cantidad le prestó y que ,si así fue, ya se los ha devuelto. Por ello, pide a Sancho le tome juramento y, si jura que los ha devuelto, él se los perdona, ante la justicia humana y la divina.

El gobernador baratario, con la vara hacia arriba, le pregunta qué dice a esto, al del báculo. Éste confiesa que, efectivamente, recibió los escudos, en préstamo; mas le pide que baje la vara, para jurar que ya se los ha pagó. Sancho la baja y el moroso da el báculo al acusador, para que se lo sostenga, mientras jura. Pone la mano en la cruz de la vara y jura ser verdad que le habían prestado aquellos diez escudos, pero que él “se los había devuelto de su mano a la suya” y , si los vuelve a pedir, es por su mala memoria.

El gran gobernador pregunta al acreedor qué le parece lo que dice el deudor. Y contesta, con cara de ingenuo muy bien puesta, que parecía decir la verdad, que le tenía por bueno y por cristiano, se le habrá olvidado...y a callar. El deudor coge su báculo y sale.

El de la vara mira cómo se va el de la cañaheja y se queda pensativo un rato. ¡Ya está! ¿No será que el destripaterrones gobernador se sabe el cuento? Porque manda que llamen al de la caña o báculo, o lo que sea. Se lo traen y le pide que le entregue el báculo. Se lo da y Sancho se lo pone en la mano al otro viejo, diciéndole que ya está pagado. Quiere que todos vean que tiene “caletre” el señor gobernador. Manda que se rompa la caña, así se hace y ¡dentro hallan diez escudos de oro!

Todos quedan, quedamos, admirados y hay quien dice que estamos ante un nuevo Salomón. No es para tanto, es que se sabía el cuento, que se lo contó el cura de su pueblo…
Le preguntan que cómo lo supo y contesta que se fijó en cómo daba el báculo al otro, mientras juraba. ¡Ahí debían estar! Y los curas de aldea que cuentan estas historias, en sus sermones, para que la gente escuche con gusto y , de paso, aprenda la doctrina..

Será verdad eso de que los que gobiernan, aunque sean unos porros, son encaminados por Dios en sus juicios. Y éste ¿es un listo tonto o un tonto listo? ¿Lo sabrá ese que escribió el libro favorito de mi señor, el duque? Posiblemente, ni ése lo sabe.

(Continúa)

Unknown dijo...

Tengo la impresión de que don Quijote siempre ha sido el más admirado y la atención se centra poco en Sancho,a mí me está gustando mucho,quizá Unamuno no le preste mucha atención en la mayor parte de los capítulos en los que interviene,ya que le considera antagónico a don Quijote,el idealismo frente al conformismo,algo así.
He llegado,aunque tarde,para escribir mi parte,lo tenía leído y pensado,pero he estado unos días algo mal.
Abrazos

Antonio Aguilera dijo...

Gelu:
Puse a Garzon en mi perfil porque pretendia juzgar a los asesinos de Lorca, Machado y Hernandez muertos por efecto del glorioso alzamiento.
Mas la muerte, tortura, ejecucion o exilio de otros cientos de miles.

No quiero que lo herederos de aquellos golpistas fascistas se salgan, una vez mas, con la suya.

Ya se que Garzon adolece de ciertas virtudes, que es un aprovechado de gaznate ancho, pero no es mal muchacho en el fondo.
Y lo que pretendia hacer, restituir la imagen de aquellas vistimas, merece todos mis respetos.

Pedro, Gracias por la dispensa.

Abejita de la Vega dijo...

Después de sentenciado el pleito de la caña, se le plantea otro: el de la mujer supuestamente forzada.
Me ha costado encontrar una mujer que quisiera hacer un papel así. Pregunté a las de la cocina, a las fregonas, a las mozas de cántaro y a todas las sirvientas. Ninguna estaba dispuesta, todas temen la reacción de su padre, de su prometido, de su esposo…

Así, he tenido que recurrir a una mendiga que encuentro , a las puertas de la iglesia. . Le pregunto a la vagabunda si está dispuesta a ello, a cambio de unas monedas. La mujer acepta encantada y pido , a una sirvienta, me haga la merced de peinarla, lavarla y vestirla, sin esmerarse demasiado. Y esos cabellos enmarañados son un nido de piojos. La instruyo convenientemente, comprende muy bien, a pesar de su condición de pobre y de mujer.

Tiene que entrar en el juzgado, enganchada a un lacayo, el cual va vestido como suelen vestir los ganaderos ricos. Entra dando voces, pidiendo justicia, al señor gobernador. Cuenta su caso: el hombre la ha cogido en el campo y se ha aprovechado de su cuerpo, haciéndola perder lo que llevaba veintitrés años conservando y defendiendo.

Sancho se vuelve al hombre para que responda a la acusación de aquella mujer. Se presenta como “un pobre ganadero de cerda” que acaba de vender, en Barataria, cuatro puercos. No se olvida de pedir perdón por la palabra, ni de recordar las “alcabalas y socaliñas” que ha tenido que pagar. Se vuelve a su aldea y, en el camino, se topa con esta “buena dueña”. ¿Dueña? La Rodríguez, que está allí, mira al ganadero, con una mirada de basilisco. A lo que vamos. Dice el de los guarros que el diablo hizo que yogasen juntos. La paga, mas ella no queda satisfecha. Asegura que la forzó y no le deja en paz, hasta traerle aquí.

El gobernador le pregunta si lleva dinero en plata, el ganadero contesta que hasta veinte ducados. El escudero nos deja a todos boquiabiertos., cuando le pide que saque la bolsa de las monedas y… ¡se las entregue, sin más ni más, a la querellante!

Abejita de la Vega dijo...

El ganadero se los da temblando. Los toma la mujer que se va más contenta que unas pascuas, haciendo mil reverencias y ruegos a Dios por este gran gobernador. Mira si son de plata,las muerde, qué desconfiada. Sale del juzgado.

¡Cómo llora el ganadero! Creo que ha seguido mi consejo de poner un poco cebolla en un pañizuelo. ..Pero pronto ha de enjugárselas, que el gran Sancho le ordena que vaya tras la mujer y le quite la bolsa a la fuerza. Y que vuelva con ella…

Como un rayo va a hacer lo que se le manda. Todos estamos suspensos, a ver en qué para todo esto. Muy poco después, vuelven el hombre y la mujer. Ella con la saya levantada y la bolsa en el regazo. Él luchando por quitársela, imposible. ¡Cómo la defiende! ¡Qué fiera! Tal parece que la bolsa fuera de piedra imán… Vocea, pidiendo justicia a Dios y al mundo. Dice al señor gobernador que este “desalmado” le ha querido quitar la bolsa.

Sancho le pregunta si se la ha quitado. A lo que ella contesta que antes se dejara quitar la vida. ¡Buena es ella! Ni con tenazas, ni con martillos, ni con mazos, ni con escoplos…ni las garras de los leones. Antes le quitaran el ánima… ¡Qué bríos los de esta mujer!

El ganadero se rinde…Entonces Sancho nos vuelve a asombrar cuando pide la bolsa a la forzuda forzada, la cual se la da. Y , en tono de reprimenda,se dirige a la “esforzada no forzada” . Le asegura que “si el mismo aliento y valor que habéis mostrado para defender esta bolsa le mostrárades, y aun la mitad menos, para defender vuestro cuerpo, las fuerzas de Hércules no os hicieran fuerza.” ¿De dónde saca este labriego analfabeto estas sabias palabras?

Ordena a la de la bolsa que no aparezca más, por esta ínsula, a menos de seis leguas. Y la amenaza con una pena de doscientos azotes. “Churrillera, desvergonzada y embaidora”son los tres bellos adjetivos con que la califica. Y se va, “cabizbaja y mal contenta”.Ha ido por lana y ha salido trasquilada.

Ahora se dirige al “buen hombre”, que ande con Dios y con su dinero…y que no yogue con nadie. El “buen hombre” le da las gracias muy torpemente, no puede hablar…

Los “circunstantes” quedamos admiradísimos de los juicios y sentencias del gobernador. No nos esperábamos que el escudero tuviera algo más que serrín en la sesera.

Bien notado todo esto, lo escribo para el duque, que con gran deseo lo está esperando. De la que no sé nada, es de la duquesa. Tal vez esté en sus aposentos, o tal vez haya presenciado todo esto, bien disimulada entre el gentío, disfrazada de labradora.

Desaparezco, no se irrite conmigo, mujer amanuense. Con Dios.

Un abrazo de María Ángeles Merino Moya.

Teresa dijo...

Si no fuera por estas explicaciones se me despintan muchísimos detalles.

Me cae muy bien Sancho, no aparenta lo que no es. Es simple y lógico. Muy acertado el comentario de Paco Cuesta.

¿No es lógica la lógica?