domingo, 8 de junio de 2014

Por qué quemar también lo bueno



¿Por qué quemar también lo bueno? Cuando llega a la orilla, el náufrago se afana en recoger los restos que llegan a la arena y construir con ellos un refugio que se asemeje a un hogar, que tenga algo que le recuerde de dónde viene. En Las Soledades de Luis de Góngora el protagonista no se para a recoger nada de lo que llega a tierra con él. Su primera acción, en cambio, es desnudarse y secar al sol sus ropas:

Desnudo el joven, cuanto ya el vestido
Océano ha bebido,
restituir le hace a las arenas;
y al sol lo extiende luego,
que, lamiéndolo apenas
su dulce lengua de templado fuego,
lento lo embiste, y con süave estilo
la menor onda chupa al menor hilo.



No quiere el náufrago ni el menor rastro de lo que le ha llevado hasta allí, ni la menor gota de agua del océano. Solo después camina hacia el horizonte.

Cuando naufragamos solemos agarrarnos a las cosas. En el malestar o la depresión, las cosas negativas se convierten en espiral destructiva y obsesiva; las cosas buenas en tablas de salvación desesperada. A todo nos agarramos con ansiedad, sin darnos cuenta de que la vida no consiste en esas cosas sino en nosotros, pero no estamos en circunstancias que nos permitan verlo y hasta que no nos nazca una luz dentro no volverá el horizonte a nuestra mirada.

Sucede que perdemos a alguien: por desamor o por muerte. Todo parece aliarse en nuestra contra. En el proceso de superación, muchos se agarran a las fotografías o las prendas de la persona perdida y en en ellas encuentran, a la vez, alivio y dolor:

¡Oh, dulces prendas por mí mal halladas,
dulces y alegres, cuando Dios quería!
Juntas estáis en la memoria mía,
y con ella en mi muerte conjuradas.

Nada malo hay en ello si no se convierte en algo enfermizo, algo que nos estanca y que no nos permite superar el trastorno doloroso. Algunos se quedan en esa fase y guardan con celo el dolor y la alegría del recuerdo unidos. La mayoría consiguen superar ese estado y seguir adelante con su vida. Ya no necesitarán aquellos objetos, aquellos restos del naufragio que aparentaban darles cobijo.

En este libro he procedido a tomar, uno a uno, esos recuerdos, acariciarlos con mimo los más personales -ese gesto de dormir abrazado a la persona amada y hundir el rostro en su cabello-, sentir de nuevo la respiración en la habitación en la que me hallaba cuando agonizaba un ser querido, analizar las causas del malestar social que nos embarga, lo que nos han conducido a la crisis de nuestra época. Uno a uno: lo malo y lo bueno. Después, los he arrojado al fuego para que las llamas los dejen en la única sustancia que merece nuestro pasado: la parte que no pesa pero con la que hemos crecido, aquello que ya está, para siempre, dentro de nosotros pero es un peso leve porque nos impulsa hacia adelante. Es necesario para levantar la mirada -¡al fin!- y contemplar el horizonte.

Echo al fuego los restos del naufragio, mi diario poético para una crisis ha sido publicado, con fotografías de Javier García Riobó, por SBQ Solidario dentro de la colección El brut de los corazones solidarios. Lo recaudado se destinará a los proyectos de la ONG SBQ como donación (información sobre sus actividades, en este enlace).

Para hacerte con un ejemplar del libro y que te lo remitamos por correo postal debes notificarlo, como hasta ahora, en la página de Facebook (en este enlace) creada para el proyecto, enviarme un mensaje privado en mi perfil de Facebook (en este enlace) o un correo electrónico a la dirección: pedro.ojeda.escudero[arroba]gmail.com

Los ejemplares solicitados hasta ahora ya están siendo distribuidos. Si ya lo has encargado te llegará en los próximos días. Si quieres saber el estado de tu envío, ponte en contacto con nosotros de la forma mencionada en el párrafo anterior.

9 comentarios:

DORCA´S LIBRARY dijo...

Centrándome en el campo de los sentimientos y de las personas que desaparecen de nuestra vida, yo creo que hay un orden más allá de nuestro control. Que cuando alguien desaparece es porque ha cumplido su tiempo. El recordar a alguien querido no tiene nada de malo si se hace de una manera natural, sin regodearse en el dolor. Hay personas que no saben soltar a sus muertos. En una de las entradas que hice en mi blog titulada "Dueños de Nadie", comentaba cómo algunas personas se creían dueñas de otras. Eso no sólo pasa en relaciones de parejas, también en relaciones familiares. Hay casos de madres, por ejemplo, que no saben enterrar a sus hijos, los consideran "suyos", y es un error. Ese sentimiento insano de posesión es un "lastre" para ellas y para los que viven con ellas.
En la noche de San Juan, se utiliza el fuego para desprenderse de lo viejo, de lo inútil. Deberíamos hacer esa purificación cada vez que un recuerdo se conviete en obsesión.
Por otro lado, hay algo de hipocresia, porque solemos idealizar cosas de la persona desaparecida, que cuando vivía, no supimos valorar. ¿A qué viene entonces idolatrarla después?
Hay personas que consideran un gasto superfluo comprar un ramo de flores a alguien querido porque las flores duran muy poco, y luego se gastan un montón de dinero en un ramo para la tumba cuando ese ser querido ha desaparecido. Es algo que no he entendido nunca. Yo siempre les he dicho a mis amigos que las flores que tengan en mente regalarme, lo hagan mientras estoy viva, para que pueda olerlas, contemplarlas, desfrutarlas, en una palabra. Puede sonar duro, pero es que hay tanta parafernalia inútil.
Lo digo con todo el respeto, de verdad.
Como tú dices, Pedro, debemos conservar sólo lo bueno. Llevar el peso leve de los buenos recuerdos para poder seguir caminando y mirar al horizonte, libres de cargas inútiles.
Un abrazo.

São dijo...

Não costumo ficar agarrada a memórias, embora tenha que fazer a catarse do que me calhou viver.

Querido amigo, perdoa-me, mas terá que me enviar o teu endereço novamente, porque , desastrada que sou nestas lides com todas as máquinas, apaguei tudo - incluindo o teu e.mail.

Pedindo a tua compreensão , aprtesebto renovadas desculpas.

Besos e feliz semana, Pedro

Gelu dijo...

Buenas noches, profesor Ojeda:

Sus escritos están hechos con el corazón. Por ese motivo llegan dentro.
Deberíamos estar preparados y aceptar que tenemos caducidad. En cuanto a los sentimientos amorosos, pueden ser cambiables en el transcurso de la vida.
Bendita luz que nos nace y nos permite disfrutar de la belleza del horizonte, que está.

Un abrazo.

mojadopapel dijo...

Realmente, hay que desprenderse da las cosas que nos atan para volver a ser libres.

Ele Bergón dijo...

Es verdad que cuando ya esos restos los puedes mirar con un cierto distanciamiento, después de un trabajo con uno mismo, la herida empieza a cicatrizar.

Me alegro de no haber estado muy desencaminada en mi lectura de tu libro.

Un abrazo

impersonem dijo...

Tienes razón en lo que dices, es así tal cual lo describes... pero el instinto de supervivencia ante el peligro y el duelo ante la pérdida están arraigados en nuestro ADN con profundidad y anchura... y aunque poco a poco vamos separando el trigo de la paja, hasta conseguir extraer la esencia de la experiencia nos lleva un trecho del camino a andar y un tanto de ese tiempo que cuelga de nuestro destino... y hay nieblas y velos que se anteponen a ese horizonte que nos espera pero que tarde o temprano la esencia de la experiencia nos ayudará a penetrar y, en palabras de Labordeta: "habrá un día en que todos, al levantar la vista, veremos..."

Un abrazo.

omar enletrasarte dijo...

la resistencia, el afán por vivir, es a la mayoría de los seres un don intrínseco
.
pero digámosle a la sacro santa estupidez del hombre que vive de la explotación del otro, que no sea recurrente, pues o seremos vencidos o reativos
,
un abrazo

lichazul dijo...

uno tiene que vivir sus otoños a concho
y el soltar es prioritario
sea lo que sea

besos y felicidades

dafd dijo...

Complejo texto.